domingo, 4 de marzo de 2012

EL ATEO Y EL OSO

El Ateo y el oso













Un ateo estaba paseando por un bosque, admirando todo aquel "accidente de la evolución" había creado: "¡Pero qué árboles más majestuosos, qué poderosos ríos, qué bellos animales¡" ¡Y todo esto ha sucedido por casualidad, sin ninguna interferencia de nadie¡ ¡Solo las personas débiles e ignorantes, por miedo a no conseguir explicar sus propias vidas y el universo, atribuyen a una entidad superior toda esta maravilla¡" Cuando caminaba a lo largo del río, oyó un ruido entre los arbustos que dejaba atrás.

Se dio vuelta para mirar, y vio a un corpulento oso, de dos metros de altura, que avanzaba hacia él. Sin pensarlo dos veces, chó a correr tan rápidamente como pudo; pero a medida que iba perdiendo el aliento, el oso se aproximaba cada vez más.

Intentó aumentar su velocidad pero le fue imposible, y terminó tropezando y cayendo.

Rodó por el suelo e intentó levantarse, pero el oso ya estaba encima de él, sujetando su cuerpo con las garras afiladas: Fue entonces que, en ese preciso momento en que no tenía ya nada más para perder, el ateo gritó al cielo: "¡Dios mio¡" Y un milagro aconteció inmediatamente: el tiempo se detubo, el oso se quedó sin reaación, el bosque se sumergió en silencio y hasta el río cesó de fluir. Poco a poco el ambiente comenzó a iluminarse y se escuchó una voz generosa que decia: "¿Qué es lo que quieres?" Negaste mi existencia durante todos estos años, enseñaste a otros que yo no existia y redujiste la creación a un "Accidente cósmico". Consideraste que el mundo era una combinación de azar y necesidad, que las teorías cientificas bastaban para explicarlo todo y que la religión era solamente una manera de engañar al pueblo.

¿Y ahora que estás en un apuro, recurres a mi? Si yo te ayudo, ¿Cambiaras de idea? El ateo respondió, mirando confuso hacia la luz que lo envolvia todo: "Seria hipócrita por mi parte cambiar de idea sólo porque estoy a punto de morir.


Durante toda mi vida enseñé que no existías y debo ser fiel a mis convicciones hasta el final".




Y Dios pregunto: " Entonces, ¿Que esperas que haga?" El ateo reflexionó un poco, sabiendo que aquella discusión no podría durar para siempre. Finalmente dijo: "Yo no puedo cambiar, pero el oso si. Por lo tanto, te pido que transformes a este animal salvaje, asesino, en un animal cristiano". "Así lo haré" Y en ese instante la luz desapareció. El oso salió de encima del hombre, hizo una pausa, bajó la cabeza y dijo, compenetrado: "Señor, quiero agradecerte tu generosidad por este alimento que voy a comer. 


DE: Artículos Alquimia de Paulo Coelho






Hasta la próxima
Carlos Ontiveros. Carivano

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