REMINISCENCIAS
Enviado por Cinco Amigos
Sobre las baldosas que embellecían la salida de la casa por el lado del portón, un perro de aguas de indefinible color gris con hilos de plata entremezclados, manco de la mano derecha, pequeño y de dulce mirada, llamado irónicamente TERROR, está ladrando desde el fondo del tiempo, de mucho tiempo atrás, para traer un pedazo de nosotros, de aquellos que formamos parte de tu niñez.
Ese perrito era tu regalón, y un vehículo al pasar le había cercenado, inmisericorde, su mano y quizás por eso su mirada era tan dulce y con tantos mensajes en su mudo lenguaje.
Su figura pequeñita, recorriendo a saltitos la terraza por entre los pasillos pavimentados de los jardines, es una realidad presente y en mi recuerdo junto a él, voy con ustedes, caminando por ellos hasta llegar a las rejas de madera que limitaban nuestro hogar y donde los perros, tú y algunos de tus amiguitos metían sus cabezas entre los barrotes para respirar el aire callejero e inaccesible de esa libertad que sería vuestra años después.
Sí, los perros, pues existía otro que era la antítesis de TERROR, su nombre, LEÓN, grande, café amarillento y algo leonado, con listas más oscuras y orejas gachas. Ese, era el mío. No sé porqué ambos terminarían tan mal; el uno envenenado y el otro, atropellado, parece que en la casa se iniciaba una sucesión de decesos que en un momento nos hicieron sentir a todos que estábamos en la más absoluta soledad.
Allí, escuchábamos también la música de un piano, de un violín, que era mi preferido y que aprendí a tocar desde niño, de una guitarra y la voz vibrante y hermosa de nuestro padre, vuestros gritos y silbidos de temor al subir la escalera a oscuras; su pasamanos brillante por vuestro continuo deslizar a pesar de la prohibición de los mayores y las espeluznantes aventuras que les contaba y que a ustedes les gustaba oír. Era, como hermano mayor, vuestro cuidador.
También, se repite, y así lo hará hasta la eternidad, el sordo chocar de las piedras contra las trincheras construidas en la Quinta y que constituían vuestros juegos guerreros entre niños y niñas y que tanta risa provocaban entre nuestros padres al verte el rostro sonrosado lleno de tierra y a todos gritando como si el mundo se hubiese detenido en ese lugar; los potentes anteojos de tu amiga Rebeca destellando entre los arbustos y el perfume exquisito de los limoneros en flor.
Allí, en ese lugar donde fuimos tan felices, estamos, ustedes y yo...para siempre.
Así te he traído mansamente un recuerdo de tu niñez, de ese pasado que vivimos juntos, para que sepas que anhelo por siempre tu felicidad.
Te besa con ternura y abraza afectuosamente.
Mario.
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